viernes, 19 de diciembre de 2008

INFORME REALIZADO POR EL PROYECTO DE EXTENSIÓN SOBRE VIOLENCIA ESCOLAR

Informe sobre violencia escolar

Qué difícil hablar de violencia, de jóvenes, de escuela!. Parece ilógico en un mundo donde estas categorías nos inundan todo el tiempo en el campo de lo simbólico, pero justamente por ello es que me encuentro en un aprieto a la hora de abordarlas. ¿Desde dónde pararme para empezar a mirar el problema? ¿Desde la violencia en si misma?. ¿Desde lo escolar en su conjunto o desde un caso puntual como el hecho acaecido en Carmen de Patagones, donde un joven mató a tres de sus compañeros e hirió a cinco? ¿Desde lo académico, o desde el sentido común teñido de sentimientos?.


Para empezar haré un primer acercamiento al campo teórico de las tres categorías expuestas, trabajándolas articuladamente, sin olvidar, por supuesto, el contexto, el campo de las representaciones reales circulantes y los hechos sociopolíticos y económicos acaecidos en estos tiempos. Tomaré como base el libro de Florencia Saintout, “Jóvenes el futuro llegó hace rato. Comunicación y estudios culturales”. Esta primera búsqueda me va a permitir pensar los modos de construir sentido y abrir la mirada en esta etapa del proyecto.
La palabra joven implica una categoría social para definir a un sector de la población. La misma es producto de una cultura y como tal constituye una concepción contingente, es decir que va variando sus características de acuerdo al contexto histórico y social. “La emergencia de la juventud puede ubicarse en la primer parte del siglo XX, asociada a la idea de moratoria y por lo tanto de futuro”, dice Florencia Saintout parafraseando a Rosana Reguillo.[1] Los jóvenes son aquellos adultos del futuro que tendrían que cumplir con ciertas obligaciones institucionales, pasar por la escuela, formar una familia, conseguir un trabajo, y cumplir sus deberes de ciudadanos cívicos. El problema es que esta idea de ser adulto, desprendida de la modernidad, entró en crisis. La familia, el trabajo y la escuela están siendo cuestionadas como instituciones.
Podríamos decir, que ser joven hoy significa moverse en un terreno de puro presente, de futuro incierto y vulnerable. Dice Florencia Saintout “los jóvenes están frente a la invención de nuevas prácticas y sistemas de clasificación, y se enfrentan a un mundo social que los reta a transformarlo. Las prácticas y percepciones de los jóvenes para acceder al mundo adulto y darle sentido a la vida social, no alimentan sólo las instituciones y estructuras tradicionales, sino que en todo caso están recreando nuevos principios estructurales”[2]
Rosana Reguillo en su libro “Emergencias de culturas juveniles”[3] dice que el joven es el resultado de una negociación tensión entre categoría sociocultural asignada por la sociedad en particular y la actualización subjetiva que los sujetos llevan a cabo a partir de la interiorización de la cultura vigente. En el mismo libro, la autora plantea tres categorías para analizar la construcción del joven: lo jurídico, la industria cultural, los dispositivos sociales de socialización – capacitación en las fuerzas de trabajo.
Rosana Reguillo sostiene que “hay que pensar a los jóvenes como sujetos del discurso, con capacidad para apropiarse y movilizar los objetos tanto sociales y simbólicos como materiales, es decir como agentes sociales”. La categoría de joven se construye entrecruzada con datos de clase, condición socioeconómica y relaciones de poder.
Si entendemos a la comunicación desde una perspectiva sociocultural como producción social de significaciones, los jóvenes desde esta mirada se presentan como un objeto de estudio. Habría que preguntarse ¿cómo otorgan sentido a sus practicas en la vida cotidiana?, ¿cómo se definen?, ¿cuál es su forma de relacionarse con el otro?, en fin ¿qué implica ser joven?
Una de las líneas fuerza para repasar la categoría esta dada por la incertidumbre como cualidad para pensar la identidad juvenil. Identidad que se va formando a partir de las prácticas socio culturales y los territorios como lugar de pertenencia.
Gilberto Giménez[4] sostiene que la identidad se forja por una pertenencia a un nosotros en distinguibilidad de otros con valores y prácticas propias, una narrativa histórica y un proyecto en común.
Las identidades se construyen a través de un proceso de individualización de los propios actores que interiorizan una práctica para fundar sentidos. Esto puede originarse en las instituciones dominantes pero también en las acciones de los propios individuos. Una de las instituciones dominantes a la hora de pensar la juventud es la Escuela, la escolarización como etapa necesaria para la vida social, como un estadio a pasar para llegar a ser adulto socialmente responsable. En la investigación realizada por Saintout, podemos encontrar como la escuela va modificando su valor simbólico a través de los años, y cómo hoy es aprendida por los jóvenes que a ella concurren. En su libro “Jóvenes el futuro llegó hace rato. Comunicación y estudios culturales latinoamericanos” Florencia Saintout toma a la escuela como una de las variables para pensar al joven contemporáneo.

Los jóvenes y la escuela
La modernidad fundó una escuela basada en los principios de razón y progreso, donde el libro era una herramienta para la formación de ciudadanos trabajando en un modelo de cohesión e integración social. Los saberes aprendidos en la escuela servirían para la vida cotidiana, para enfrentar el mundo y construirlo. Con la crisis de la modernidad y sobre todo los cambios políticos y sociales, la institución escolar también fue mutante y así su significado e imaginario.
“Vemos como la escuela argentina, cuyo modelo había comenzado a perfilarse desde 1880, es severamente atacada desde los modelos neoliberales y más conservadores de la argentina, con un punto de inflexión en la década de los noventa. Esto se da en un contexto histórico de empobrecimiento de la población, de desindustrialización y destrucción de millares de puestos de trabajo, acompañados de una visible segmentación social. Precarización, abandono escolar, privatización de la enseñanza, se transforman en dimensiones nuevas de educación que se suman a la crisis de los modelos de conocimientos vigentes”[5]
La Escuela como institución que posee los conocimientos legítimos está en discusión y los jóvenes son parte de esta crisis institucional en la que se están moviendo. Ellos cuestionan los saberes enseñados, el rol del maestro. Toman a la escuela como lugar de pertenencia pero no desde el conocimiento sino desde la integración social. Es el lugar donde ven al grupo de amigos, donde se forman relaciones de complicidad e identidades compartidas. No descartan que la escuela le brinde saberes, lo que desechan es que esos saberes sean los más importantes, los que les permitan tener un futuro mejor. Volvemos a la incertidumbre como parámetro, a la escuela como estadio para llegar a otro mayor. Esto es lo que entra en crisis, se fragmenta, y es ahí donde debemos focalizar la mirada a la hora de pensar al joven y sus prácticas dentro de la educación formal.
Si decimos que la identidad del joven ya no está dada como “etapa previa ha..” ni por el trabajo, ni la política, sino por el grupo al que pertenece; y que la escuela es uno de los principales territorios de formación de esos grupos de contención, ¿qué pasa cuando esto no se cumple?. Si el individuo se forma por su existir social ¿qué sucede cuando ese existir entra en crisis? El caso Junior, en Carmen de Patagones es un claro exponente de la depresión social por la incertidumbre y el desasosiego, que no permite la contención del individuo como parte de una sociedad en su conjunto. La libertad y la exclusión, fragilidad y fractura, subjetividad y desigualdad, son marcas del tiempo que les toca vivir a los jóvenes donde el lazo social está atravesado por el miedo.
En el “caso Junior”, que terminó con tres muertes y cinco heridos en la escuela Islas Malvinas, resulta evidente que aparentemente no existió un intento de preguntarse por qué ese chico era tan introvertido, ni en el contexto de la familia o el de la escuela. Los sistemas que deberían haber detectado la crisis, contenido al joven, no fueron operativos a la hora de ver qué le pasaba, su capacidad de comunicación o no, el grado de sentirse diferente de los otros y sin pertenencia a grupo alguno.
Consideramos a la familia y a la Escuela como dos de las principales instituciones a la hora de pensar la identidad juvenil y en el mismo nivel tenemos que hablar de los medios de comunicación masiva. En la actualidad el sistema educativo formal comparte con los medios la construcción de saberes de la vida social. Citando a Orozco Gómez, en su libro Saintout plantea que “los jóvenes acceden y recrean las reglas de juego de la ínter subjetividad a través ya no solo de la familia y la escuela, sino fundamentalmente a través de los medios de comunicación”[6]. La presencia de los medios desde temprana edad (la televisión e Internet sobre todo) en los niños va conformando nuevos saberes y modos de conocimiento que cuestionan el principio de la razón escrita y normativa de la escuela.
Es en los medios donde circulan diversos discursos sobre los jóvenes de hoy, que van perfilando una manera de mirar a dichos individuos mediáticamente. Dos son las tendencias más fuertes a la hora de hablar de jóvenes: la del consumo y la de la violencia.
Por un lado tenemos al “joven / consumidor” cuya identidad se forma a partir de una relación con los bienes materiales ofrecidos por el mercado y obtenidos. Son jóvenes de clase media que responden a un prototipo físico y siguen estrictamente las leyes de la moda y el consumo moviéndose en un grupo de amigos y de lugares que conlleven las mismas características. Parecieran padecer de un desinterés total por cuestiones que no estén dentro de su esfera. Pero esa apatía aparente es un modo de reaccionar social y políticamente.
Por otro lado observamos al “joven / violento”construído simbólica y materialmente como sujeto que hace peligrar el cuerpo social a través de sus practicas. Son los marginales, los que están fuera del sistema y que muchas veces no siquiera tienen acceso a la escuela.
Ambos grupos tienen características propias que tienen que ver con el contexto en el que se mueven, pero ambos comparten la duda del futuro, y encuentran en el terreno de lo simbólico su campo de acción para ser escuchados en el espacio público.
Un espacio público marcado por la violencia (simbólica y material) en las calles, en las familias, en los medios, en las escuelas.
La violencia escolar pareciera ser un fenómeno nuevo, donde aparecen alumnos con problemas de conducta, peleas entre alumnos y docentes, drogas y armas blancas y de fuego circulando en el espacio áulico. Los medios han contribuido en las últimas décadas a la construcción de la violencia como problemática escolar en sí misma, sin tener en cuenta el contexto económico social. “Durante el año 2004 sucedió lo que los medios llamaron la masacre de Carmen de Patagones (…) La televisión mostró la sangre en los bancos, los agujeros en los disparos de las paredes (…) habló de los jóvenes y de la escuela (…) El hecho era sólo una copia de Columbine y no tenía nada que ver con un generación que cuenta con 30.000 desaparecidos, con un listado de 1000 jóvenes muertos en democracia víctimas de gatillo fácil. La televisión se asombró de la violencia en la escuela, como si la violencia de todos los días no tuviera nada que ver con esa violencia”[7].
Para hablar de violencia escolar, tenemos que pensar en los jóvenes, en los medios, en la escuela. Hay que tener en cuenta la desarticulación y exclusión social, las viejas y nuevas formas de ejercer la autoridad y sobre todo la vulnerabilidad social en la que estamos inmersos. Esta generación se mueve en una época de gran incertidumbre, de crisis y precariedad, y la violencia es un síntoma de ello.

[1] Saintout, Florencia, Jóvenes el futuro llegó hace rato. Comunicación y estudios culturales latinoamericanos. EPC. FPyCS. UNLP. 2006
[2] Saintout, Florencia, Jóvenes el futuro llegó hace rato. Comunicación y estudios culturales latinoamericanos. EPC. FPyCS. UNLP. 2006. p.p. 15
[3] Reguillo, Rosana, Emergencia de culturas juveniles. Estrategias del desencanto. Norma. Buenos Aires. 2001.
[4] Giménez, Gilberto “Materiales para una teoría de las identidades sociales” en Revista Frontera Norte vol 9 nº 18, México 1998
[5] Saintout, Florencia, Jóvenes el futuro llegó hace rato. Comunicación y estudios culturales latinoamericanos. EPC. FPyCS. UNLP. 2006
[6] Saintout, Florencia, Jóvenes el futuro llegó hace rato. Comunicación y estudios culturales latinoamericanos. EPC. FPyCS. UNLP. 2006
[7] Saintout, Florencia, Jóvenes el futuro llegó hace rato. Comunicación y estudios culturales latinoamericanos. EPC. FPyCS. UNLP. 2006

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